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Entre los agujeros de la memoria

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SoniaSG's avatar
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¿Y qué nos ofrece el tiempo, a excepción de un sinfín de fragmentos deshilvanados e inconexos, también conocidos como memoria, y con los cuales rehacemos con torpeza un rompecabezas que carece de casi todas sus piezas?

La memoria, algo intenso y precioso al mismo tiempo que voraz. Es por este motivo que siento total debilidad por un lienzo en particular cuyo autor es el suizo Dominique Appia.

Mis ojos pasean lentamente de un extremo a otro y me fijo en cada sutil detalle del cuadro. Ahora los rayos de luz primaverales que entran por la ventana, le otorgan aún más belleza de la que muestra por sí solo. Me recuerda vagamente a las obras del genio Salvador Dalí.

Hago una breve pausa para alcanzar una taza de café humeante que reposa en mi mesa de trabajo. La acerco a mis labios, inhalo su aroma: notas intensamente tostadas y con matices de cacao. Sorbo. El gusto amargo me deja un sabor delicioso y persistente en el paladar. Coloco la taza en la mesa, vuelvo a hundir la mirada en el cuadro.

Me fijo en la yuxtaposición de elementos aparentemente sin relación con el fin de crear algún tipo de cohesión onírica. No es solo atracción por la temática de la obra, pues su estética es incomparable.
Todos los componentes se colocan de tal manera, que el ojo del espectador está en constante movimiento alrededor del lienzo. El mundo de lo imposible que el pintor ha plasmado logra sin duda una multiplicidad de interpretaciones. ¿Cuál es la mía? Más adelante lo sabrás, déjame antes cerrar los ojos por un instante para sumergirme en la magia de las notas blancas que salen de los altavoces de mi habitación, Claro de Luna de Beethoven. Adagio Sostenuto, el primer tiempo de la sonata donde la esencia pianística transmite dulzura. Relajante, inspirador. Una de las más bellas composiciones jamás realizadas.

Abro los ojos, el cuadro representa una habitación. Un árbol en el extremo izquierdo de la sala, con sus raíces ligeramente posadas en el suelo de madera color claro, y sus más altas ramas arañando el techo, mirando al cielo, parece querer congelarse debido a innumerables icebergs que deambulan afuera. El tronco es bordeado por rocas que se transforman en témpanos, a medida que se alejan de la habitación, mientras aguardan impacientes la caída de un globo en forma de sol lleno de flores. Perceptivamente no parece que sea tan baja la temperatura, pues el aeróstato cargado en su cesta de plantas de un verde acentuado da un toque cálido a tan formidable paisaje. Esta primera parte lateral de la obra es observada serenamente por una niña con el torso transparente, no pintado. La muchacha sujeta un antiguo cuaderno azul, dejándose llevar por el espectáculo que las vistas ofrecen.

A continuación, un muro del que cuelga un cuadro con la imagen de la torre de Pisa en blanco y negro, con la curiosa colocación inclinada del mismo que hace que ésta sea vertical ante nuestros ojos. ¿Podría indicar las imperfecciones que muchos intentamos corregir? ¿O quizás intenta hablarnos de querer revertir los efectos del tiempo?

En la habitación contigua, una pálida cabeza gigantesca de ojos azules con frondosas hojas por pelo. Se vislumbra una ventana con un paisaje al horizonte que, aunque el cielo resplandece claro y azul, se entreteje un cuarto creciente de luna. Bajo su claro oteamos algún que otro edificio junto a la vía del tren.

La estancia principal, y centro de la obra, está ocupada por un gran espejo que no refleja nada más que el cielo mientras sostiene una pequeñísima foto y dos notas chicas. Bajo el espejo, hay una chimenea ardiendo cuyo alimento principal son unos libros, que otra niña, también de ropaje transparente, se dedica a quemar. Lee, lee y lee. Parece acabársele el tiempo de lectura, la chimenea va más rápido que ella.

La quema de libros me recuerda a lo sucedido en Fahrenheit 451, la novela distópica escrita por el estadounidense Ray Bradbury. El término hace referencia a la temperatura en la que el papel de los libros se inflama y arde, equivalente a 233 grados centígrados. En la sociedad de la novela, según el gobierno, leer obstaculiza la felicidad porque llena de angustia, al leer se empieza a ser diferente cuando los gobernantes quieren que todos sean iguales.
Este es el objetivo del mando: velar para que los ciudadanos sean felices, rindan sus labores, y así no cuestionen sus acciones. Me pregunto cuales serán los motivos de la chiquilla del cuadro. Tomo otro sorbo de café entes de continuar.

La puerta de la derecha del cuadro recibe las olas de una gran marea, surcada por un enorme navío de humo negro, la cual pretende penetrar en la estancia formando olas de tranquilidad. Al final de la sala no hay pared, sino una increíble biblioteca repleta de tantos libros que tan solo podría existir en este lugar.

El mar que entra por la puerta, el barco de fondo, el paisaje nevado con su globo, la vertical torre de Pisa, la cabeza con pelo de hojas, la chimenea, el espejo, el paisaje urbano, los libros que arden, las niñas semitransparentes, el robusto árbol. Cada una de estas imágenes esconde un enigmático sentido. Y yo, me pasaría toda la vida mirando esta obra para descubrir cada uno de los significados ensoñadores de la pintura, pues aquí está, colgada en la cabecera de mi cama, con su halo singular, mostrándome la caterva de inverosímiles circunstancias en tan solo una acogedora habitación. Llenándome al mismo tiempo de sensaciones inexplicables, poderosas, variadas, inesperadas, que me confunden, me hacen reflexionar.

Apago la radio. Silencio. Apenas se oye el tic-tac del reloj de mesa, cuyas saetas me informan que es hora de comer. Me levanto de la silla para salir de mi cuarto, no sin antes dar un último vistazo al cuadro, a la culminación de los recuerdos en el proceso de ser destruidos o alterados.
Inhalo fuertemente llenando los pulmones de aire, lo suelto poco a poco mientras me deleito con un vaivén de sensaciones.

Cierro la puerta. Las personas somos nuestra irremplazable memoria, nuestros sueños, somos un fascinante museo de vicisitudes y experiencias. Ése es el significado. Por todo eso, te aconsejo lector, que  disfrutes de cada una de tus memorias, dándoles vida de nuevo, sin pensar que pudo haber existido algo mejor, disfruta de tus sueños, deja que recorran tu cuerpo y te llenen de ilusiones, deja que la memoria sea el centinela de la vida. Imagina, haz proyectos, no pierdas la capacidad de soñar despierto, porque: ¿Qué es la vida si no un sueño?

Sonia Sola Gil
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St-Rhye's avatar
Tu título me recordó a los Agujeros de la Memoria de 1984. Por casualidad, ¿has leído ese libro?